En Sinaloa hay un coctel de confusión dejados como herencia criminal de Quirino Ordaz Coppel pero que fue incubada desde el sexenio gubernamental de Juan S. Millán Lizárraga que ha prevalecido en materia de seguridad pública en la que no se sabe si los policías son criminales, si los criminales son policías o que hay civiles que se disfrazan de criminales y policías armando montajes para llorar de risa o soltar las lagrimas a carcajadas, porque en la polvareda se quiere enviar a la hoguera inquisidora a las fuerzas armadas sin saber o sabiendo a conciencia que son usados por grupos contrarios que buscan quebrar la confianza hacia las fuerzas del gobierno por el solo hecho de ver correr a los agentes policiacos cuando les destrozan cámaras de vigilancia o se les tirar cadáveres a las puertas de los cuarteles o les quitan las armas como a ocurrido en la policía investigadora ya hace bastante años y que continúan con Cristóbal Castañeda Camarillo y Ricardo Jenny de Rincón, quienes aseguran que no les ha ndolido los asesinatos de sinaloenses ni los siete levantones que en un solo día se registraron en la capital del estado.
A Juan Millán le tiraron dos cadáveres en las puertas del palacio de gobierno, a Jesús Aguilar Padilla le asesinaron a varios funcionarios y el mas doloroso de los casos fue la inocente caída del entonces vocero de seguridad Oscar Rivera Inzunza de ejercicio periodista, con Malova murieron mas de 37 comandantes e investigadores de la policía ministerial, además de la lamentable caída de los periodistas Humberto Millán y Antonio Gamboa Urías, con Quirino falleció el reconocido periodista y escritor Javier Valdez y cientos de ciudadanos que el estado de derecho no protegió, y todos sus casos están empolvados en los archivos muertos con clara intención de no ser revisados, porque en la mayoría de los casos las líneas de investigación apuntan directamente a las tropas policiacas o agentes al servicio del crimen con patente de impunidad porque en ocasiones los mismos autores son los investigadores de los hechos e incluso hay funcionarios y ex funcionarios, políticos y familiares de estos que tienen miedo que reabran los expedientes que ahora duermen el sueño de los justos.
A partir de los volcados y revolcados de los procesos de investigación hay situaciones que no encajan en la mentalidad y la conciencia ciudadana, lo que mueve a la sospecha y la suspicacia en la historia del poder sinaloense y todavía hay voces que hacen eco y olas para que se llame a declarar a los involucrados en el asesinato de Saul Rubio Ayala y del profesor Román Rubio ocurridos en Sinaloa de Leyva, máxime que el presidente municipal quiera o no reconocerlo si ha sido levantado en dos ocasiones y privado de su libertad por varias horas, lo que ha ocasionado que otros funcionarios de su gobierno que han corrido la misma suerte decidieran poner polvo de por medio siguiendo el mismo destino de la ex candidata de Morena a la alcaldía que luego de la derrota se exilio fuera de la región.
En El Fuerte, el alcalde Gildardo Leyva Ortega vistió de sicarios a varios civiles y uno que otro policía municipal para rescatar a su hijo Alexis que participó en un accidente y le hicieron bolón intimidatorio a familiares de la víctima de ese hecho para que no difundieran el caso que poco a poco va saliendo a la luz con detalles puntuales de un rompecabezas que se ha tratado de ocultar infertilmente porque el dolor comienza a rugir por la insensibilidad del munícipe hacia los ofendidos, a quienes no les ha cumplido con la reparación del daño ni él ni su vástago.
Hay muchos casos como estos en la rueda del poder que se irán desmenuzando paulatinamente en este espacio sobre aquellos políticos, funcionarios y ex funcionarios que bajo el síndrome del ladrillo han hecho y desecho creyéndose los reyes de la impunidad y que, al abrigo del presupuesto, están armando montajes para ocultar crímenes con estructuras débiles y de risa y esos procesos inclusive están metidos de agentes federales de la delegación Sinaloa que la Fiscalía General de la República haría bien en revisar escrupulosamente como ya lo está haciendo el ejército mexicano, la Marina Nacional, la Guardia Nacional, inteligencia del gobierno federal y otros órganos que quieren saber el teje y maneje de las balaceras y hechos policiacos que se han dado en los últimos meses desde el norte de Sinaloa hasta Escuinapa, donde los policías se visten de criminales, criminales se visten de policías y hasta los alcaldes quieren ser comandantes de gavilleros y gatilleros calidad patito.